Cuando estés solo

ROSTROJESUS- interior

Cuando estés solo. En tu cuarto, con tu ventana y tu puerta cerrada, solo tú…
Cuando ya no puedas seguir ante el ordenador o la televisión.
Cuando rodeado de tu gente te sientas como un extraño.
Cuando tus proyectos hayan fracasado quizá porque ni siquiera empezaron.
Cuando tus manos y tu corazón estén manchados y lejos quede ya el recuerdo de la inocencia de aquel niño.
Cuando tus amigos ya no llamen a tu puerta.
Cuando descubras tu mundo superficial y vacío.
Cuando has hecho daño a los que más quieres, y no sabes ni por qué ni si quisiste evitarlo.
Cuando tu vida ha perdido el camino y ya nada tiene sentido.
Cuando parezca que hubiera sido mejor no haber nacido.

¡Mírame! Búscame en lo más profundo de tu corazón. Estoy contigo.
¿Recuerdas aquel Padre que tenía dos hijos? El pequeño le pidió su herencia al Padre y se fue de casa. E hizo su vida. Malgastó su dinero. Se quedó sin nada. Deseaba comer lo que comían los cerdos; pero nadie se lo daba. Estaba sólo. ¿Equivocó el camino?
Volvería a su Padre, ya no como hijo, sino como mendigo. ¡Qué vergüenza! ¡Padre, perdóname, dame de comer! ¡Qué humillación! ¿Sería capaz de decirlo?
Y se puso en camino.
Y su Padre le vio. Su Padre se echó a correr. Su Padre le abrazó. Su Padre le escuchó: ¡perdóname! Su Padre no le dejó continuar y le besó. Su Padre le dio un vestido nuevo, le devolvió su anillo de hijo e hizo una gran fiesta porque su hijo había vuelto a casa.

Y ese Padre, ¿no será también tu Padre? ¿No te espera también a ti y a los tuyos? ¿No está deseando abrazarte y secar tus lágrimas y las de los tuyos?

Y, entonces, mis manos, mi corazón, mi inocencia olvidada, todos mis agobios, ¡ya son agua pasada! Todo vuelve a ser posible, porque Jesús nos tiende su mano. Una mano herida por el clavo pero fuerte por su Amor.

Y Jesús nos ayuda a levantarnos y nos muestra el camino. Nos ayuda a caminar y nos acompaña con paso firme. Y junto a Él, descubrimos que no estamos solos. Jesús lleva también de la mano a mi familia, a mis amigos, a los míos… Y en Él volvemos a encontrarnos y a abrazarnos; en Él volvemos a mirarnos a los ojos y a sonreír; en Él y con Él volvemos a caminar por esa senda que nos lleva a Casa: a nuestro Hogar, a la casa del Padre.

Cuando estés sólo. Mírame y recuerda: ¡Jesús, confío en ti! Coge mi mano y pongámonos en camino.

P. Martinez

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